“Tengo de ir a Covadonga con la mio neña en Setiembre. Tengo llevai a la Virxen un ramín de palma verde”. Los sondeos de Asturbarómetro lo confirman: los asturianos nacemos programados para el viaje a Covadonga, esa trinidad insólita de naturaliza, historia y fe (el título completo de Zubiri). Si fue antes escenario de batalla o lugar de culto, es secundario. Lo esencial en palabras de Clarín es que “los himnos de victoria y los himnos de fe son allí los mismos himnos”. Covadonga es el Maratón de la cristiandad porque en esta montaña, como en aquella playa,, “un pelotón de soldados salvó la civilización”. Uno de esos casos admirables (“miracula”) en que Dios ayuda a los buenos cuando son muchos menos que los malos. No lo entiende así la izquierda. Lo que empezó aquí, según Cebrián, sería la “insidiosa Reconquista “(“ominosa”, querría decir el dinámico académico). Libros de “Sociales”, en nuestros institutos, enseñan que empezó en Poitiers, con Carlos Martel, en el 732, ¡Toma asturianía! (¿Será que Don Pelayo no ye nuestro?
“Covadonga, quiéralo o no el racionalismo negativo, tiene que representar dos grandes cosas: un gran patriotismo, el español, y una gran fe, la católica de los españoles, que por su fe y por su patria lucharon en Covadonga. Los espíritus “eclairés” percibirían percibirían en estas palabras un tufo de integrismo apenas soportable. Siento darles un disgusto: son palabras de “Clarín”. Casi trece siglos tardó el Santuario en estar a la altura de esta doble grandeza: la basílica se inauguró en 1901, y la debemos al tesón impagable de tres contemporáneos de “Clarín”: al inolvidable Sanz y Forés” (Camoirán en “La Regenta”), a Monseñor Martínez Vigil (tío de Arboleya) y al canónigo de Nueva, Máximo de la Vega.
Pero el 6 de agosto del 36 ya alcanzaba el “galernazo” de la guerra a Covadonga. No sufrió destrucciones bélicas. Aunque, desde luego, los milicianos no subieron alllí a defender los santos lugares: los canónigos fueron presos y algunos, fusilados; los lugares de culto, destinados a usos profanos; lo bienes inmuebles, concienzudamente saqueados. A la Virgen, además de la corona y la rosa, la dejaron sin vestidos. Al Niño no le dejaron sin zapatos, porque el pobre crío va descalzo. La imagen de la Santina, perdida durante dos años, regresa triunfalmente a la Cueva en julio del 39.
Con Lauzurica alcanza el culto su máximo esplendor, pero en los 60 ya se pierde el tino. La Casa Episcopal y las viviendas del Cabildo (conjunto de modesta nobleza) son sustituidas por las actuales, que recuerdan a esas criaturas mustias que de niñas ya parecen viejas y de viejas siguen pareciendo niñas. El cemento sobrante debieron aplicarlo en el “rejunteo” de la basílica, que la “picaron” por dentro para dejarla a “piedra vista”, “como se lleva”. Burricie y cursilería mancomunadas en la destrucción de cosas bellas. Como la capilla del Seminario, el espacio sagrado más original y hermoso de Asturias, también les estorbó y se la cargaron. Al Hotel Pelayo (que nunca se llenó) le añaden una planta encima (que, encima, le sienta como a un santo dos pistolas). “Todo junto, ¿no sobra para recordar que “Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barverini”?
Aún planea sobre el santuario lo que debió ser lema de Areces, “Caballo grande ande o no ande”: si resuelven el problema del aparcamiento, ya no habrá a qué ir allí si no es a llorar sobre el desaguisado. “No la toques ya más, que así es la rosa”.
Con algún pétalo mustio, Covadonga se adentra en el siglo XXI con la salud del roble (ni abades ni patronatos pueden con ella). Su magnetismo se ejerce con la suavidad inexorable de las leyes naturales. Emigrantes blasfemos y descreídos no abandonan los lares sin dejar su destino y su retorno en manos de la Santina. A Covadonga volvemos como la golondrina a su alero; como el salmón al río natal; como la ola al acantilado, por pleamar o en reflujo.
“Canteros de Covadonga,/ los que baxáis a la Riera,/ si queréis beber buen vino,/ cortexái la tabernera”. Los canteros del cantar, que bajaban a la Riera los domingos a tomar un vaso o una docena, eran los que, de lunes a sábado, en jornadas “de sol a sol”, levantaron piedra a piedra la espléndida basílica que hoy admiran los peregrinos y los turistas. Si vale para los canteros lo de “por sus obras los conoceréis”, eran excelentes artesanos, venidos la mayoría de Portugal y de Galicia; aunque los había también autóctonos, casi lugareños. Como Manuel Alonso Nicolás, de Villaverde. Manuel fumaba en pipa y manejaba una escuadra (que guardo) hecha a mano en alguna ferrería rural. “Me moriré en marzo, como mi difunta”, se le oyó decir al final de aquel invierno en que ya había doblado el cabo de los 90. Se murió el 13 de marzo del 53. Esa fecha lleva la carta en que mi padre decía en pocas palabras que había muerto el abuelo.
A la basílica de Covadonga la llama la gente “catedral”, y el abad dice que tienen razón porque la basílica viene a ser “la catedral de verano” de los obispos de Oviedo. Los puristas la tratan con remilgos y le ponen pegas y reparos estilísticos. Pero habría que estar ciegos para no reconocer que visualmente es un esplendor, por su emplazamiento espectacular, por sus formas y proporciones, por el ocre de sus calizas oxidadas en contraste con los verdes del bosque y las montañas, y con los añiles y los plomos del cielo. “De lo mejor que se construyó en Europa, por su tiempo” (Marqués de Lozoya). Lo mejor de la mejor Asturias, aquella pujante y brava que en un cuarto de siglo, a caballo entre el XIX y el XX, llevó el ferrocarril de Oviedo a Santander, puso tren a Covadonga, carretera a Los Lagos, abrió a pico y barreno el desfiladero de los Beyos e iluminó la región con una constelación de centrales eléctricas. Esa es la Asturias mía; no esta que, en un cuarto de siglo, es incapaz de llevar la autovía de Unquera a Llanes.
Covadonga había salido casi indemne de la Guerra Civil. El mayor estropicio perpretado en la Basílica se produjo en los años 70, cuando por iniciativa del abad de entonces, con la anuencia del Cabildo y con el visto bueno del obispo y el arquitecto del Real Sitio, se adoptó la decisión de despojar las paredes del enlucido original que las cubría desde su inauguración en 1901. Como los paramentos interiores habían sido construidos para ser cargados, la retirada del enfoscado dejó al descubierto una superficie irregular, con cavidades en algún punto donde casi cabe la mano; con hiladas desiguales y una separación entre sillares que se ha querido remediar con un burdo “rejunteo” con cemento. Un interior rústico, de mesón o sidrería, solo mitigado por la esbelta elegancia de los pilares y arcadas.
Que esa agresión al patrimonio se haya hecho al socaire de la “piedra vista”, explicaría que el desaguisado no9 suscitara reacción ni en los medios especializados ni en la opinión pública. Pero, ¿no existe un Patronato del Real Sitio, responsable de su tutela? En dos ocasiones visité al abad actual para conocer su opinión sobre el asunto. Me vine sin saber si su reverencia subía o bajaba la escalera. Al publicarse en “Covadonga Digital” un informe con apoyo gráfico, le llevé un ejemplar impreso con petición de que lo examinara y diera su punto de vista. Callada por respuesta.
Tan desdeñoso descuido me empuja a la melancólica conclusión de que tal vez el patrimonio de la Iglesia sea una cosa demasiado seria para dejarla en manos de eclesiásticos. ¿Para ponerlo en las de una Administración civil que deja crecer pinos y fresnos en los tejados del Prerrománico? ¡Pobre de mí (exclamaría parafraseando a Jovellanos), Asturias sin cabeza (ni civil ni religiosa)! Se denomina “ culturas regresivas” a las que se muestran incapaces de conservar y de transmitir el patrimonio y lo degradan y mutilan por abuso o abandono. ¿En esas estamos?
5.3
Juan Pablo II en Covadonga
Introducción
Silverio CERRA SUÁREZ
El verano de 1989 quedará marcado con sello indeleble en la historia cristiana de Asturias. Habían transcurrido ya más de 1.700 años desde que la fe comenzó su difusión, lenta y callada, sobre la haz de esta tierra tan hermosa como agreste, tan rica como generosa. Se cumplían los 1.200 años de la diócesis de Oviedo a comienzos del siglo VIII, cuando la Iglesia organizó definitivamente su presencia en Asturias, convirtiéndose en alma de su pueblo, en aliento de su cultura y en energía que animó su esfuerzo para dar cuna e impulsó a la patria.
La Iglesia de Oviedo ha permanecido siempre en viva comunión con la Iglesia Universal y con el Vicario de Cristo. En el duro inicio de la Reconquista los reyes asturianos enviaban embajadas al Papa. Siglos después los obispos con su comunidad diocesana han perseverado firmemente unidos a la cátedra de Pedro.
Los Papas han mostrado un permanente agrado y satisfacción hacia nuestra iglesia particular. En algún momento el Papa nos envió como obispos a personalidades de su círculo íntimo. Y en el año 1954 volvió a restaurar la sede de Oviedo en su primitiva dignidad arzobispal.
La Iglesia de Oviedo siempre estuvo unida a la Sede de Pedro, como una rama a su tronco. Y los Papas siempre han tenido para la comunidad asturiana una mirada de afecto. Pero lo que era comunión espiritual sobre el tiempo y las distancias, se hizo entonces abrazo cordial y diálogo confiado entre el Papa Juan Pablo II, “peregrino de la fe”, y el pueblo creyente que peregrina hacia el Padre desde la hondura de nuestros valles.
Llegó hasta nosotros el Primado de la Iglesia, el sucesor de Pedro. En 1954 Juan XXIII, aún cardenal, visitó Covadonga. En 1989 fue el mismo Vicario de Cristo en persona quien vino a rezarle a la Virgen de Covadonga y visito detenidamente nuestra región.
Los asturianos, ahora que Juan Pablo II va a ser canonizado, nos volvemos hacía él para recordar su vida con tantas facetas que parece inabarcable. Ha sido el primer Papa que nos visitó. Ahora queremos recordarle durante aquel paso por Asturias hace más de 34 años.
Cronología biográfica del Papa Juan Pablo II
Esta cronología intenta recoger los sucesos más significativos que sobre el Papa Juan Pablo II aparecen en los años que él vivió entre nosotros. Una vida tan larga y plena de hechos importantes no puede quedar reflejada en ningún libro, por grande que sea, ni menos en las modestas páginas que siguen. Lo que se pretende a través del recuerdo de algunos hitos seguir la impresionante trayectoria vital de Karol Wojtyla, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica con el nombre de Juan Pablo II. A la vez reavivamos nuestra gratitud por la extraordinaria visita que en los días 20 y 21 de agosto de 1989 realizó en Asturias.
- Año 1920: El 18 de mayo nace en Wadowice. El 20 de junio recibe el bautismo en su iglesia parroquial.
- Año 1927: A los 7 años recibe la primera comunión.
- Año 1929: A los 9 años muere su madre de un fallo cardíaco. Primer gran golpe que la vida le da.
- Año 1932: A los 12 años su hermano Edmund, médico, sufre un contagio de escarlatina y muere.
- Año 1938: A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación. Y se traslada a Cracovia para estudiar en la Universidad de Jagellon.
- Año 1939: El primer viernes de septiembre estaba en misa en la catedral de Cracovia y empieza el bombardeo sobre la ciudad. El oficiante le invitó a servir de monaguillo. La misa siguió hasta el final. Así entró en la II Guerra Mundial, ayudando a misa. Pero debe interrumpir sus estudios universitarios. Tiene 19 años.
- Año 1940: Debe trabajar duramente en una cantera a 3 Km de su casa. Allí permanece unos años. De noche estudia. En las horas libres participa en el teatro clandestino. Tiene 20 años.
- Año 1941: Una tarde de febrero al volver a casa encuentra a su padre muerto por un ataque al corazón. Impresión y dolor tremendos. Se quedaba sólo. Le acogen los amigos. Tiene 21 años.
- Año 1942: Su situación se vuelve peligrosa. Se refugia en el recinto arzobispal de Cracovia. Reflexiona y entra en el seminario clandestino. Tiene 22 años.
- Año 1944: El 16 de agosto estuvo a punto de caer en manos de los nazis, que pusieron controles en la calle y registraron la casa donde vivía llevándose a todos los varones. Dejaron el semisótano donde estaba oyendo los apresamientos del piso de encima. Tenía 24 años.
- Año 1946: Se ordena sacerdote. Es enviado a Roma para estudiar filosofía. Tiene 26 años.
- Año 1947: Se licencia en filosofía en el Instituto Angelicum de los dominicos. Tiene 27 años.
- Año 1948: En junio, bajo la dirección del gran teólogo Garrigou-Lagrange, presenta su tesis doctoral sobre la fe en San Juan de la Cruz. Obtiene la máxima calificación. En noviembre regresa a Polonia. Tiene 28 años.
- Año 1949: Es nombrado regente de una parroquia en las montañas de los Cárpatos. Se estrena como catequista y animador de jóvenes. Tiene 29 años.
- Año 1951: Es nombrado profesor en la Universidad de Lublin. Lo compatibiliza con su cargo parroquial. Años de estudio, pastoral, deporte y animación de jóvenes. Tiene 31 años.
- Año 1953: Presenta su tesis de habilitación sobre el sistema moral de Max Scheler, acercamiento a la fenomenología. Tenía 33 años.
- Año 1958: Es nombrado obispo auxiliar de la archidiócesis de Cracovia, pese a no superar los 38 años.
- Año 1962: Se abre el Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XIII. Monseñor Wojtyla participa en sus sesiones y comisiones. Tiene 42 años.
- Año 1963: El 30 de diciembre el Papa Pablo VI nombra a Karol Wojtyla arzobispo de Cracovia. Tiene 43 años.
- Año 1964: Publica Amor y responsabilidad, ensayo sobre el sentido del amor conyugal. Tiene 44 años.
- Año 1967: El 26 de agosto el papa Pablo VI nombra 16 cardenales. Entre ellos esta el arzobispo de Cracovia. Tiene 47 años. Era el segundo cardenal más joven de la Iglesia Católica.
- Año 1969: Publica Persona y acción, ensayo sobre la persona como fuente de valores morales. Tiene 49 años.
- Año 1976: Pablo VI invita al cardenal Wojtyla para que predique los Ejercicios Espirituales a la Curia romana. Sus sermones quedan recogidos en Signo de contradicción. Tiene 56 años.
- Año 1978: Muere el papa Pablo VI. Muere el sucesor Juan Pablo I. Se abre el cónclave y el 16 de octubre de 1978 fue elegido papa Karol Wojtyla, 264 sucesor de San Pedro. Adopta para sí el nombre de su predecesor, como si quisiera reparar con la continuación nominal, la brevedad del malogrado ejercicio pontifical precedente. Así Juan Pablo II con 58 años es el papa más joven del siglo XX y el primer no italiano desde la elección del flamenco Adriano VI en 1522. Tiene 58 años.
Síntesis del pontificado
- Años 1978 a 2005: La grandeza de este pontificado no se percibiría en desgloses de año por año, sino en una síntesis significativa que pone en evidencia la enorme obra realizada por Juan Pablo II durante sus 26 años de ejercicio del Ministerio de Pedro.
Su actividad ha sido infatigable, pese a los problemas de salud que le acecharon, dados a conocer con apertura y humildad, sin el secretismo tradicional sobre las enfermedades papales.
En 1979 se le detectaron problemas de mononucleosis. Pero lo más grave fue el atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981, día de la fiesta de Fátima, cuando dos balas le afectaron gravemente el colon y el intestino delgado. En 1992 él mismo anunció que iba ser operado de cáncer de colon. Más tarde sufrió accesos de párkinson. Todo fue superado y no impidió su intensa dedicación a la misión que Cristo le confió. Veamos un resumen de sus actividades:
- Número de católicos: En estos años los católicos superaron los mil millones.
- Audiencias generales: 1200.
Asistentes: unos 17 millones de personas.
Mayores concentraciones de público: 4.000.000 en Manila.
4.000.000 de peregrinos en Roma durante sus funerales.
Encuentros con jefes de estado y reyes: 426.
Encuentro con primeros ministros: 193.
- Ceremonias de canonización: 50.
Santos canonizados 477.
- Ceremonias de beatificación: 143.
Número de beatos 1325.
- Contactos Ecuménicos:
Reunión de Asís con representantes de todas las religiones.
Entrevistas con el Dalai Lama.
Visita a una sinagoga en Roma en abril de 1986.
Al Muro de las Lamentaciones en el año 2000, año del Jubileo en que visita Tierra Santa.
A la mezquita de Damasco en mayo de 2001.
- Viajes:
Realizó 105 viajes fuera de Italia.
Realizó 146 viajes dentro de Italia.
Ha visitado 129 países
Ha recorrido 1.300.000 kilómetros (30 veces la vuelta a la Tierra).
11 veces viajó a África.
13 a Iberoamérica.
- Viajes a España:
1º) 1982: Misa en Madrid ante un millón de fieles. En 10 días visita 18 ciudades. En el 6º Centenario de Santa Teresa visita Ávila.
2º) 1984: Zaragoza en camino hacia Iberoamérica. España como descubridora evangelizadora de América. Los 10.000 misioneros españoles presentes en Iberoamérica.
3º) 1989: Santiago de Compostela. IV Jornada Mundial de la Juventud, con reunión de 500.000 jóvenes.
20-21 de agosto visita Asturias. Duerme en Covadonga y pasea por los Lagos.
4º) 1993: Clausura en Sevilla el 49º Congreso Eucarístico ante un millón de fieles. En Madrid consagra la Catedral de la Almudena y canoniza a San Pedro Poveda.
5º) 2003: En mayo reúne en Cuatro Vientos a 700.000 jóvenes. Al día siguiente en la madrileña Plaza de Colón, ante un millón de fieles canoniza a cinco santos españoles del siglo XX
- Escritos: Dejamos sus escritos privados sobre teatro, poesía, moral o filosofía. Recordemos los textos y documentos de este periodo:
Código de Derecho Canónico, de 1983.
Catecismo de la Iglesia Católica, de 1992
Martirologio Romano, de 2001.
Encíclicas............................14.
Exhortaciones apostólicas.....14.
Constituciones apostólicas....11.
Cartas apostólicas................42.
Escritos “Motu proprio”.........17.
Discursos en Italia...............933.
Discursos por el mundo.........2407.
- Las 14 Encíclicas:
1) Redentor del Hombre (Redemptor Hominis), primera encíclica de Juan Pablo II, publicada el 4 de marzo de 1979. Sobre Cristo centro de todo.
2) Rico en Misericordia (Dives in Misericordia), segunda encíclica de Juan Pablo II, publicada el 30 de noviembre de 1980. Sobre Dios Padre rico en misericordia.
3) Ejerciendo el Trabajo (Laborem Exercens), tercera encíclica de Juan Pablo II, publicada el 14 de septiembre de 1981. Sobre el trabajo como continuación de la creación del mundo por Dios.
4) Apóstoles de los Eslavos, santos Cirilo y Metodio (Slavorum Apostoli), cuarta encíclica de Juan Pablo II, publicada el 2 de junio de 1985. Sobre la evangelización de la Europa Oriental.
5) Señor y Vivificador, el Espíritu Santo (Dominum et Vivificantem), quinta encíclica de Juan Pablo II, publicada el 18 de mayo de 1986. Sobre el Espíritu Santo como fuente de vida.
6) Madre del Redentor (Redemptoris Mater), sexta encíclica de Juan Pablo II, publicada el 25 de marzo de 1987. Sobre el lugar de María en la salvación.
7) Solicitud por la cuestión social (Sollicitudo rei socialis), séptima encíclica de Juan Pablo II, publicada el 30 de diciembre de 1987. Sobre el orden social como parte del orden moral.
8) La Misión del Redentor (Redemptoris Missio), octava encíclica de Juan Pablo II, publicada el 7 de diciembre de 1990. Sobre la misión como continuación de la obra de Cristo.
9) El Año Centésimo (Centessimus Annus), novena encíclica de Juan Pablo II, publicada el 1 de mayo de 1991, en el centenario de la Rerum Novarum de León XIII. Sobre la economía que debe servir al bien común.
10) El Esplendor de la Verdad (Veritatis splendor), décima encíclica de Juan Pablo II, publicada el 6 de agosto de 1993. Sobre la verdad como fuente de libertad.
11) El Evangelio de la Vida (Evangelium Vitae), undécima encíclica de Juan Pablo II, publicada el 25 de marzo de 1995. Sobre el respeto a la vida en todas sus fases.
12) Que Sean Uno (Ut Unum sint), duodécima encíclica de Juan Pablo II, publicada el 25 de mayo de 1995. Sobre la necesaria unidad cristiana.
13) Fe y Razón (Fides et Ratio) decimotercera encíclica de Juan Pablo II, publicada el 14 de septiembre de 1998. Sobre la cooperación fe-razón en la búsqueda de la verdad,
14) Iglesia de la Eucaristía (Ecclesia de Eucharistia) decimocuarta encíclica de Juan Pablo II, publicada el 17 de abril de 2003. Sobre la eucaristía como fuente y cima de la vida cristiana.
- Año 2005: Su pontificado, concluido el 3 de abril del año 2005, día de su fallecimiento, alcanzó la duración de 26 años. Es el tercero más largo de toda la historia de la Iglesia, sólo superado por San Pedro y por el beato Pío IX. En ese momento tenía 86 años.
- Proceso de canonización:
Su Santidad Juan Pablo II fue beatificado por el Papa Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011. Su fiesta se celebra el 22 de octubre.
El 5 de julio de 2013 el papa Francisco firmó el decreto que autoriza la canonización de Juan Pablo II y de Juan XXIII.
El 30 de septiembre del mismo año, se anunció que la ceremonia conjunta de canonización de ambos papas tendrá lugar en abril de 2014.
JUAN PABLO II EN COVADONGA
Juan Pablo II entra en Asturias
En el año 1989 ocurrió en Asturias un hecho único y sorprendente: la primera visita de un Papa a esta milenaria comunidad cristiana. La ocasión fue la asistencia papal a la IV Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Santiago de Compostela en agosto de este año. Las visitas papales exigen extraordinarios motivos. La venida directa a Asturias no hubiera sido posible, pero la JMJ de Santiago la hizo factible al caer de paso. Cuenta Javier Gómez Cuesta, entonces vicario general, que, al plantear que se detuviera en Asturias, el Padre Roberto Tucci, encargado de organizar los viajes fue invitado a visitar Covadonga y, al ver la singularidad del sitio, dijo que esto era un lugar especial que exigía que el Papa lo viera.
El 20 de agosto de 1989, a la una y media, Juan Pablo II llegó al aeropuerto de Ranón. Lo acompañaba don Gabino que le presentó las autoridades provinciales que acudieron a recibirle. Luego tomó un helicóptero que lo llevó hasta el campo de fútbol del Seminario. Allí aterrizó a las dos y media, entre el repique de todas las campanas de Oviedo. El papamóvil, entre una multitud de gente, bajó por la calle de Sacramento; pasó por Santa Susana y Santa Cruz; cruzó la Escandalera y por Argüelles y Jovellanos accedió a San Vicente hasta la Casa Sacerdotal, donde habían preparado una habitación ampliada. Comió en privado con varios cardenales españoles y el séquito.
A las cuatro de la tarde, fue andando hasta la catedral. Entró por la Puerta de la Limosna, en la Corrada del Obispo. Recorrió el claustro; se postró ante la imagen de San Salvador. Visitó al Santísimo en la capilla del Rey Casto, donde firmó en el libro de honor de la catedral a la que donó un cáliz. Se detuvo ante el retablo y en la Cámara Santa meditó unos minutos tocando el Arca Santa. Al fin, salió por la puerta principal de la Basílica donde recibió el saludo del Ayuntamiento y de una multitud de fieles a los que se acercó para saludarlos. En coche subieron hasta el campo del Seminario donde a las cinco subió al helicóptero para volar hacia Llanera.
El acto central de la visita fue la misa del Papa con todo el pueblo cristiano de Asturias en la explanada de La Morgal. Más de 100.000 personas, colocadas con perfecta organización asistieron al acto. Varios cientos de enfermos ocupaban el lugar preferente. Más de mil voluntarios orientaban a los que llegaban. El coro estaba compuesto por más de 200 voces. Al entrar, el Papa se desvió para saludar a los enfermos.
La misa comenzó hacia las seis de la tarde. Concelebraron 60 obispos y 400 sacerdotes. El arzobispo Gabino Díaz Merchán dirigió un discurso de bienvenida recordando la historia cristiana de Asturias y sus problemas presentes. Juan Pablo II propuso en su homilía una nueva cultura del trabajo que implica su humanización. Durante la comunión el Papa se acercó y la dio a un numeroso grupo de fieles. Acabada la celebración, el Sumo Pontífice tomo un refrigerio en una caravana próxima.
El Papa en Covadonga
Pasadas las 8 de la tarde, el Juan Pablo II sube a un helicóptero que lo traslada desde la explanada de Llanera hasta Canga de Onís, donde aterriza en el campo de fútbol. Tras el saludo de la corporación municipal, se traslada en automóvil hasta Covadonga. Aquí es recibido por la Escolanía del santuario, que la canta el Himno de Asturias. Seguidamente se retira al aposento que tenía preparado en la Casa de Ejercicios. Eran las 9 horas y 20 minutos de la tarde. Pero durante la noche recorrió en privado todo el santuario.
El 21 de agosto de 1989 es la jornada que el Papa dedica a Covadonga y a los Lagos. Se levantó a las seis y media, Tras el desayuno, saluda al Patronato del Real Sitio, presidido por el Príncipe de Asturias. Don Felipe explica al Pontífice que Covadonga es signo de identidad que une a los asturianos por encima de las otras diferencias. Juan Pablo II le contesta aludiendo a las banderas americanas que se alzan en la basílica como signo de unión de entre España y América, ante la cercanía del V Centenario del Descubrimiento.
Luego se realizó la visita a la Cueva. Para evitar demoras, subieron desde la puerta del claustro de la Colegiata de San Fernando. Lo acompañaron el cabildo y el Patronato con el Príncipe. Ante la Santina rezó esta oración:
1. ¡Dios te salve, Reina y Madre de misericordia!
He subido a la montaña, he venido hasta tu Cueva,
Virgen María, para venerar tu imagen, “Santina de Covadonga”.
Con tus hijos de Asturias y de España entera,
quiero hoy proclamar tus glorias y unirme a tu canto:
¡Tú eres la Sierva del Señor, nuestra Madre y Reina!
Como peregrino que ansía afianzar su esperanza
vengo a este santuario, testigo de tanta fe y amor en la historia,
hogar seguro, bajo tu cobijo, entre los montes,
donde pusiste tu Casa y sin cesar dispensas los dones de tu Hijo.
2. Junto con los Pastores y fieles de esta Iglesia de Asturias,
a ti, que eres dulzura y esperanza de cuantos te imploran,
te pido el don de la esperanza que ilumina el futuro,
el gozo perenne de la fe, el ardor radiante de la caridad.
Ayúdanos a vivir en comunión sincera,
sabiéndonos Iglesia de Dios, hermanos de Cristo e hijos tuyos,
para dar testimonio de unidad y reavivar en nuestro pueblo la fe.
Te pido, Señora, desde este corazón de Asturias, que es tu Cueva,
por todos los que invocan tu nombre en tantos otros templos,
que esparcidos en la geografía del Principado, son faros de fe, santuarios donde brota el fervor de la esperanza,
morada tuya donde tus hijos se reúnen en torno al altar.
3. Quiero presentarte y poner ante tus pies,
Virgen de Covadonga,
a todos tus hijos de Asturias,
las gentes del campo y los hombres del mar,
los mineros con su duro e inclemente trabajo,
los niños y los ancianos,
los enfermos y todos los que sufren en el cuerpo y en el alma,
las familias y, sobre todo, los jóvenes, promesa del futuro,
que buscan la razón y el sentido de su vivir.
Alcanza para todos de Dios, “rico en misericordia”,
con tu poderosa mediación maternal,
la gracia del perdón y de la reconciliación
que Cristo, tu Hijo, nos ha merecido
para vivir en paz con Dios y con los hermanos.
4. Protege, Virgen Santa de Covadonga,
a cuantos vienen hasta tu templo santo
para unirse en matrimonio bajo tu mirada maternal.
Haz que experimenten, como los esposos de Caná,
la gracia de tu intercesión y la presencia salvadora de tu Hijo,
para que la fe cristiana sea fundamento inquebrantable de su hogar
y el amor verdadero fortalezca su unión y se abra fecundo a la vida.
Mira, Madre de Asturias, a todos los emigrantes de esta tierra
que, desde lejos, vuelven los ojos hacia este santuario,
en espera de poder regresar a su patria y contemplar tu rostro,
que atrae los corazones e irradia luz y paz.
5. “Santina de Covadonga”, “causa de nuestra alegría”,
ilumina a cuantos llegan a estas montañas
para que reconozcan, en medio de tanta belleza,
a Quien “yéndolas mirando, con sola su figura,
vestidas las dejó de su hermosura”,
y así se dejen atraer por la bondad y belleza del Creador,
que hizo de ti el vértice de la hermosura humana y divina.
Suscita, Madre de Asturias,
entre los hijos e hijas de las familias cristianas
vocaciones de apóstoles y misioneros:
nuevos sacerdotes, religiosos y religiosas,
personas consagradas y seglares comprometidos,
al servicio del Reino y de la civilización del amor.
Haz que, hoy como ayer, los hijos de Asturias
sigan a tu Hijo por el camino de la santidad
y siembren la semilla del Evangelio
desde aquí hasta los confines de la tierra.
6. Madre y Maestra de la fe católica,
haz que Covadonga siga siendo, como antaño lo fue,
altar mayor y latido del corazón de España.
Y a quienes te cantamos ahora como
“la Reina de nuestra montaña”
y a todos los hermanos que peregrinan por los senderos de la fe,
múestranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,
que nos ofreces siempre como Salvador y hermano nuestro.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amen.
Concluida la lectura de esta plegaria, trasmitida por megafonía a todo el espacio del Santuario, permaneció unos 20 minutos arrodillado ante la Virgen. Cuando le advirtieron que se acercaba el tiempo de la misa, se levantó y colocó un rosario en la mano derecha de la imagen. Luego se acercó a la verja y saludó a los permanecían en la plazoleta de abajo. El cortejo salió por el túnel hacia la explanada de la basílica donde estaba el altar. Tras diversos saludos y ofrendas, a las 9,30 comenzó la Santa Misa. Asistieron unos 7000 fieles, unos 150 sacerdotes, 70 monjas de clausura y 50 prelados. En la homilía resaltó la dimensión histórica y religiosa del santuario; rogó que los asturianos siguieran fieles a este pasado y amplió sus deseos de que realice el “proyecto de una Europa sin fronteras que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron surgir”. La misa termina a la once cuarenta.
El colofón más propio de una visita papal a Covadonga era un paseo por los lagos. Pues se cumplió con perfección. Le compraron en Cangas de Onís unos playeros deportivos blancos. Le prepararon una cesta con viandas para la merienda. A la una el helicóptero despegó desde la casería de Les Llanes, entre el Repelao y el montículo de la basílica. Juan Pablo II paseó durante una hora por las praderas que rodean el lago Ercina, con el inmenso panorama de las Peñasantas y sus estribaciones de olas de piedra caliza. Le dieron un palo de los que usan los pastores. Tomó alguna comida y bebió sidra. Se sentó al borde de una cuevecita mirando al esplendente paisaje y, cuando apretó el sol, se puso un pañuelo sobre la cabeza. Al terminar, expresó su alegría con una afirmación afectuosa: “Éste es el segundo paseo más bello que he dado en mi vida”.
A las 3,45 bajó de los Lagos. Volvió unos momentos a Covadonga para agradecer lo recibido y despedirse de un numeroso grupo de personas que había colaborado, clérigos y seglares. Un helicóptero lo llevó desde el campo de fútbol de Cangas hasta el aeropuerto de Ranón. Aquí, en la sala de autoridades, conversó unos 20 minutos con el presidente del gobierno Felipe González que quiso despedir al Papa antes de partir hacia Roma. A las 6 de la tarde despegó el avión de Alitalia. Así concluyó el primer viaje de un Papa a nuestra tierra.
El año 1989 en que visita Asturias es también un año saturado de hechos que han cambiado la historia moderna. Hagamos un breve recuento:
- Cesa el régimen comunista de la Alemania Oriental y cae el muro de Berlín.
- En Polonia acaba el régimen comunista, y tras las elecciones, es presidente un miembro del sindicato Solidaridad.
- En Checoeslovaquia la Revolución de Terciopelo echa al comunismo y pone a Vaclav Havel como presidente de la república.
- En Rumania cae el dictador Ceaucescu, que incluso es juzgado y fusilado.
- En Bulgaria desparece también el régimen comunista.
- En Rusia entra Gorbachov que acelera la renovación o perestroika, y viene a entrevistarse con Juan Pablo II.
- En China se celebran gigantescas manifestaciones en la plaza pekinesa de Tiannananmen. Son reprimidas, pero el gobierno tiene que cambiar.
Estos sucesos se acompañan de otro hecho transcendente para Asturias: la primera visita de un papa a esta tierra. Los asturianos se volcaron con Juan Pablo II. Él se llevó de la acogida, de las montañas y, sobre todo, de Covadonga un recuerdo que revivía cuando se encontraba con asturianos.
Homilía de S.S Juan Pablo II en Covadonga el 21 de agosto de 1989
El salmista se prodiga en expresiones de alabanza a Jerusalén, la ciudad de Dios. Proclama la gloria de Sión, cuyas puertas son las que “prefiere el Señor”. Sión, la montaña del Señor, sobre la cual, como cimiento, está fundada la ciudad del Dios vivo: la ciudad que fue testigo de la Pascua, esto es, del Paso salvador de Dios.
Y para este Paso de salvación estaba previsto un lugar: el Cenáculo de Jerusalén, donde se reunieron los Apóstoles después de la Ascensión del Señor. Allí permanecieron unidos en oración “junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Act.1,14). Allí se prepararon para el acontecimiento de Pentecostés.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, santuario de Covadonga, Cueva de nuestra señora! Desde hace siglos se reúnen aquí asiduamente en oración generaciones de discípulos de Cristo, los hijos y las hijas de esta tierra de Asturias y de España. Se reúnen “con María”. Y la oración “con la Madre de Jesús”, prepara, de una manera particular, los caminos de la venida del Espiritu.
Éste es el misterio de la Sión jerosolimitana. Éste y no otro es el misterio de los santuarios marianos. Éste es también el misterio del Santuario de la Santina de Covadonga, donde, desde hace siglos, la Esposa del Espíritu Santo, la Virgen María, está rodeada de veneración y amor.
Después de haber estado como peregrino en Compostela, he querido subir hasta aquí, a la montaña santa de Covadonga, tan unida por la historia a la fe de España. Mi más cordial saludo se dirige en primer lugar a Su Alteza Real Don Felipe de Borbón, felizmente vinculado a este lugar mariano, como Príncipe de Asturias.
Asimismo, pláceme renovar mi fraterno saludo al Señor Arzobispo de Oviedo, Monseñor Gabino Díaz Merchán, y a su auxiliar, así como a los queridísimos asturianos. Este saludo se extiende también a los amadísimos Pastores de las diócesis hermanas de Astorga, León y Santander que, acompañados de numerosos fieles, han venido a esta solemne Eucaristía.
Todos juntos ensalzamos en este día a la esposa del Espíritu Santo. Fue a ella sola, a quien el ángel mensajero de Dios anunció en Nazaret: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios” (Lc. 1,35). María dio su consentimiento diciendo: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1,38). Y desde entonces quedó convertida en el santuario más santo de la historia de la humanidad.
¡María, Hija admirable de Sión! He aquí que la vemos en camino hacia la casa de su prima Isabel. Ésta, a su vez, iluminada por el Espíritu Santo, reconoció en María este santísimo santuario: “¡Bendita tú entre las mujeres, bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” (Lc. 1,42-43). Con estas palabras inspiradas, ella tributó a María la primera bienaventuranza del Nuevo Testamento: la bienaventuranza de la fe de María: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc. 1,45).
El Papa, sucesor de Pedro, “que confiesa su fe” en este santuario vivo, que es la Virgen de Nazaret, sube también hoy a la montaña de Covadonga, la Casa de la Señora, para proclamar a María ¡Bendita, feliz, dichosa! Se cumple así la profecía de la Virgen del Magníficat: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones” (Lc. 1,48).
María es “la que ha creído”. Es la creyente por excelencia, que ha dado su consentimiento a las palabras del Ángel y a la elección del Señor. En esta narración evangélica se nos desvela el misterio de la fe de María.
Para poder anunciar esta verdad acerca de la Madre del Redentor es necesario recorrer el admirable “itinerario de la fe” que conduce de Nazaret a Belén, del templo de Jerusalén -el día de la presentación del Niño Jesús- a Egipto, a donde huye con su esposo y su hijo, por temor de Herodes, y más tarde, tras la muerte de éste, regresa de nuevo a Nazaret. Así van pasando los años de la vida oculta de Jesús.
Cuando Jesús da comienzo a su misión mesiánica, el itinerario mariano de la fe pasará por Caná de Galilea para llegar después a su revelación última en el Gólgota, a los pies de la Cruz.
Y finalmente, la encontramos en el Cenáculo de Jerusalén, en la ciudad santa de Sión, donde la primera comunidad de los discípulos de Jesús, en la espera de Pentecostés, reconoce en María a aquella “que ha creído”, la que con su fe ha hecho posible lo que ellos han podido contemplar con sus propios ojos.
María, testigo de Jesús que ha subido al cielo, es garantía del Espíritu prometido, a quien los discípulos esperan en oración unánime y perseverante.
En el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha declarado que la Virgen, Santa Madre de Dios, admirablemente presente en la misión de su hijo Jesucristo, “precedió” a toda la Iglesia en el camino de la fe, de la esperanza y de la perfecta unión con Cristo (cf. Lumen gentium, 58).
Desde el día de Pentecostés se mantiene en el pueblo de Dios por toda la faz de la tierra, este admirable “preceder” en la fe. Los santuarios marianos dan testimonio eficaz de este hecho.
Y lo da también el Santuario de Covadonga. La Cueva de nuestra Señora y el Santuario que el pueblo fiel ha consagrado a esta imagen “pequeñina y galana”, con el Niño en brazos y en su mano derecha una flor de oro, son un monumento a la fe del pueblo de Asturias y de España entera. La presencia de la Madre de Dios, vigilante y solícita en este lugar, realiza idealmente una unión sensible entre la primera comunidad apostólica de Pentecostés y la Iglesia establecida en esta tierra. Allí y aquí, la presencia de María sigue siendo garantía de una auténtica fe y de una genuina esperanza nunca perdida.
En el Cenáculo los apóstoles intensifican sin duda su cercanía afectuosa y filial a María, en quien contemplan un testigo singular del misterio de Cristo. Antes habían aprendido a mirarla a través de Jesús. Ahora aprendían a mirar a Jesús a través de la que conservaba en su corazón las primicias del Evangelio, el recuerdo imborrable de los primeros años de la vida de Cristo.
También en Covadonga los cristianos de Asturias veneráis en María a la Santa Madre de Cristo. Y ella misma os introduce en el conocimiento de su Hijo, el Redentor del hombre.
Aquí y allí, en Covadonga y en el Cenáculo de Jerusalén, la presencia de María es garantía de la autenticidad de una Iglesia en la que no puede estar ausente la Madre de Jesús.
Así, Covadonga a través de los siglos, ha sido como el corazón de la Iglesia de Asturias. Cada asturiano siente muy dentro de sí el amor a la Virgen de Covadonga, a la “Madre y Reina de nuestra montaña”, como cantáis en el himno.
Por eso, si queréis construir una Asturias más unida y solidaria no podéis prescindir de esa nueva vida, fuente de espiritual energía, que, hace más de doce siglos brotó en estas montañas a impulsos de la Cruz de Cristo y de la presencia materna de María.
¡Cuántas generaciones de hijos e hijas de esta tierra han rezado ante la imagen de la Madre y han experimentado su protección! ¡Cuántos enfermos han subido a este santuario para dar gracias a Dios por los favores recibidos mediante la intercesión de la Santina!
La Virgen de Covadonga es como un imán que atrae misteriosamente las miradas y los corazones de tantos emigrantes salidos de esta tierra y esparcidos hoy por lugares lejanos.
La Virgen María, podemos decir, no es sólo la “que ha creído” sino la Madre de los creyentes, la Estrella de la evangelización que se ha irradiado en estas tierras y desde aquí, con su hijos misioneros y misioneras, ha llegado al mundo entero.
Covadonga es, además, una de las primeras piedras de la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano, nacido en estas montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio.
Por ello en el contexto de mi peregrinación jacobea a las raíces de la Europa cristiana, pongo confiadamente a los pies de la Santina de Covadonga el proyecto de una Europa sin fronteras, que no renuncie a las raíces cristianas que la hicieron surgir. ¡Que no renuncie al auténtico humanismo del Evangelio de Cristo!
“Él la ha cimentado sobre el monte santo… y cantarán mientras danzan: “Todas mis fuentes están en ti” (Sal. 86,7). Covadonga es también misteriosa fuente de agua que se remansa, tras brotar de las montañas, como imagen expresiva de las gracias divinas que Dios derrama con abundancia por intercesión de la Virgen María.
La ardua subida a esta montaña que muchos de vosotros seguís haciendo a pie de una noble y vigorosa experiencia de peregrinación, es el símbolo del itinerario de la fe, del recorrido solidario de los caminos del Evangelio, de la subida al monte del Señor que es la vida cristiana. ¡Cuántos peregrinos han encontrado aquí la paz del corazón, la alegría de la reconciliación, el perdón de los pecados y la gracia de la renovación interior! De esta manera la devoción a la Virgen se convierte en auténtica vida cristiana, en experiencia de la Iglesia como sacramento de salvación, en propósitos eficaces de renovación de vida. ¡María es la fuente y Cristo el agua viva!
Me complace saber que Covadonga es hoy lugar de peregrinación para tantos buscadores de Dios, que se manifiesta especialmente en la soledad y el silencio, y se revela en los santuarios de la Madre. Aquí María, orante y maestra de oración, enseña a escuchar y a mirar al Maestro, a entrar en intimidad con él para aprender a ser discípulos, y ser después testigos del Dios vivo en una sociedad que hay que impregnar de auténtico testimonio de vida.
Aquí, en Covadonga, templó su espíritu un ilustre capellán de la Santina, Don Pedro Poveda y Castroverde, fundador de la Institución Teresiana, dedicada a la formación cristiana y a la renovación pedagógica en la España del primer tercio de este siglo. Una intuición profética, inspirada por María, para la promoción de la mujer, a través de mujeres de una auténtica transparencia mariana y un ardor apostólico típicamente teresiano. ¡Aquí nació esta obra, a los pies de la Santina!
Queridos hermanos y hermanas, hemos escuchado la proclamación del salmista: “Se dirá de Sión: Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado” (Sal. 86,5).
Así es. Cada uno de nosotros ha nacido en Sión el día de la efusión del Espíritu Santo de Pentecostés. Cuando nace la Iglesia con la presencia de María. “El Señor escribirá en el registro de los pueblos: “Éste ha nacido allí” (Sal, 86,6).
Aquí, en el Santuario mariano de Covadonga, el pueblo que habita en la península ibérica, y en particular en la tierra de Asturias, percibe de una manera especial su nacimiento por obra del Espíritu Santo.
Porque Covadonga es seno maternal y cuna de la fe y de la vida cristiana para la Iglesia que vive en Asturias. Y María es imagen y Madre de la Iglesia y de cada comunidad cristiana que escucha la palabra, celebra los sacramentos y vive en la caridad, construyendo una sociedad más fraterna y solidaria.
Escuchad lo que nos enseña el Concilio Vaticano II: “La Virgen Santísima… dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó primogénito entre muchos hermanos (cf. Rom, 8,29), esto es, los fieles, a cuya generación y educación coopera con amor materno” (Lumen Gentium, 63).
Aquella que ha creído es también la que ha dicho: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc, 1,46-47).
Ella misma. La que es santísimo Santuario del Dios hecho hombre.
Ella misma. La que es inspiración para todas las generaciones del Pueblo de Dios en su peregrinación terrena.
María. Ella misma… comienzo de un mundo nuevo -de un mundo mejor- en Cristo Jesús.
Amén.
VIDA DE SAN JUAN XXIII
Silverio CERRA SUÁREZ
El Papa Juan XXIII ha dejado un cordial recuerdo por su bondad y sencillez. Se ganó la simpatía y el respeto de personas de todas las clases e ideologías. Esta imagen sugiere que su vida habría sido tranquila y feliz. Esta situación se pudo dar en los primeros años pasados en el hogar, en el seminario o de joven sacerdote, porque en las siguientes etapas de su existencia se enfrentó a muchas situaciones duras y complejas. Seguramente que la robustez y paciencia de sus raíces campesinas le ayudaran a superar dificultades y expliquen detalles específicos de su conducta.
Familia e infancia
Ángel José Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, pueblo de la provincia de Bérgamo en la región de Lombardía, al norte de Italia. Sus padres, Juan Bautista Roncalli (1854-1935) y su madre, Mariana Julia Mazzola (1854-1939), eran labradores de honda religiosidad. El niño fue bautizado el mismo día de su nacimiento. En 1888, con siete años, recibe la primera comunión, algo no habitual en aquellos tiempos. Ángel asiste a la escuela local y ayuda a sus padres en las tareas agrícolas.
Desde pronto frecuenta el templo parroquial. El párroco Francisco Rebuzzini le enseña el catecismo, y luego entra en el grupo de monaguillos. En este ambiente de piedad y cercanía al párroco, nace el deseo de entrar en el Seminario. Su padre para que se preparase mejor, lo envía a estudiar latín con el cura de la parroquia cercana de Cervico.
Entrada en el Seminario
En 1892 ingresa en el Seminario Menor de Bérgamo, donde permanece hasta 1895, cuando pasa al Seminario Mayor. Aquí sigue hasta 1900. En 1895 recibe la tonsura y escribe una serie de “reglas de vida”, inspiradas por su padre espiritual, que conservó y leyó hasta su muerte. En el siguiente año de 1896 comienza la redacción del Diario del alma que prosiguió hasta 1962. El 28 de agosto de 1898 en la fiesta final del XVI Centenario de San Alejandro, patrono de Bérgamo, asiste a la misa celebrada por el cardenal y patriarca de Venecia José Sarto, futuro San Pío X. Es una coincidencia sorprendente que aquel seminarista llegara también ser cardenal patriarca de Venecia, papa y santo.
Su aplicación e inteligencia logra que en 1901 le concedan una beca para estudiar en el Seminario Romano de San Apolinar. En junio obtiene aquí el título de bachiller en teología. En noviembre debe interrumpir los estudios un año para cumplir el servicio militar. Allí asciende a cabo y, al final, a sargento. Vuelve al seminario a finales de noviembre de 1902. Avanza en los estudios y reciben las órdenes de subdiácono y diácono. En 1903 asiste al fallecimiento de León XIII y a la elección de San Pío X.
El 13 de junio de 1904 obtiene el doctorado en teología, con Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, entre los miembros del Tribunal.
Años de sacerdote diocesano
Llega el momento de hacerse sacerdote. Hace unos ejercicios espirituales con los pasionistas del convento romano de San Juan y San Pablo. Escribe entonces: "estoy obligado, como mi tarea principal y única, a hacerme santo cueste lo que cueste". El 10 de agosto es ordenado sacerdote en el templo de Santa María, en la plaza del Pópolo, por el obispo José Ceppetelli. Al día siguiente celebra su primera misa en la cripta de San Pedro y es recibido en audiencia por Pío X. Su padrino de misa es Ernesto Buonaiutti, que había sido compañero suyo de estudios. Completa su formación teológica en San Apolinar. Recorre diversas ciudades de Italia y asiste a congresos o celebraciones.
En 1905 es elegido obispo de Bérgamo el canónigo vaticano Mons. Giacomo Radini Tedeschi, que había conocido a Roncalli en un congreso. Tras su consagración por Pío X, el nuevo obispo lo escoge como capellán y secretario. El trabajo cercano durante casi una década con aquel obispo, piadoso y entregado al ministerio, influyó muchísimo al joven sacerdote. Por su preparación fue nombrado profesor en el Seminario diocesano de Bérgamo de historia de la Iglesia y luego de apologética y patrología. Fueron unos años de intensa actividad pastoral e intelectual con peregrinaciones a santuarios y publicaciones sobre el cardenal Baronio y San Carlos Borromeo. Se funda la hoja diocesana y la Acción Católica. Se convoca un sínodo diocesano.
En 1914 mueren San Pío X y Mons. Radini Tedeschi. También estalla la I Guerra Mundial. En 1915 Roncalli es movilizado y actúa como capellán militar en diversos lugares. En diciembre de 1918 acaba su servicio en el ejército y retorna a Bérgamo donde lo nombran director espiritual del Seminario. Predica ejercicios espirituales y participa en congresos.
Obispo y diplomático
El 18 de enero de 1921, con 40 años, es llamado a Roma para trabajar en la Congregación de la Propagación de la Fe. Benedicto XV lo nombra Prelado Doméstico. Su nueva misión era visitar las diócesis italianas para difundir el ideal misionero e implantar y organizar Obra Pontificia de la Propagación de la Fe. No sólo recorrió Italia, sino también a varios episcopados europeos de Francia, Alemania, Bélgica y Holanda. En 1924 enseña patrística en el Pontificio Ateneo Lateranense.
El 3 de marzo de 1925 Pío XI, a quien había tratado cuando era bibliotecario de la Ambrosiana de Milán, lo nombra Visitador Apostólico en Bulgaria, nación de mayoría ortodoxa, donde los católicos eran unos 40.000. El 19 de marzo de 1921 Mons. Roncalli es consagrado Obispo. Pronto se instala en Sofía, la capital. Visita a las comunidades católicas dispersas por el país. Logra establecer buena relación con las autoridades civiles. También se acerca a la jerarquía de la Iglesia oriental, lo que era muy difícil por su aversión a Roma. El 25 de agosto realiza una visita de cortesía al Santo Sínodo. El 16 de abril de 1925 hay un gran atentado en la catedral ortodoxa de Sofía con cientos de víctimas. Estaba dirigido contra el rey Boris III, se salvó porque no había llegado. Mons. Rocalli visitó en un hospital católico a todos los heridos sin distinción de religión. El rey lo recibió en audiencia privada para mostrarle su gratitud.
El 26 de septiembre de 1931 es nombrado primer Delegado Apostólico de Bulgaria. Habían pasado siete siglos sin relaciones entre la Santa Sede y aquella sociedad. El 24 de noviembre de 1934 es nombrado Delegado Apostólico de Turquía y Grecia. El 30 de este mes lo nombran arzobispo de Mesembria. En enero de 1935 se despide de los búlgaros e instala su residencia en Estambul (Constantinopla). En este año realiza ya varios viajes a Grecia y sus islas.
En 1937 traslada su residencia a Atenas, donde permanecerá la mayor parte del tiempo del cataclismo universal que fue la Segunda Guerra Mundial, que tanto afectó a Grecia. La ayuda del Vaticano le permitió colaborar con la Iglesia Ortodoxa en mantener unos cauces de caridad para ayudar a miles de heridos y empobrecidos. En octubre de 1941 recorrió la Grecia devastada y se entrevistó con Damaskinos, arzobispo ortodoxo de Atenas. Se asegura que si Atenas no fue bombardeada y su inmenso patrimonio artístico se salvó, fue por los discretos hilos que movió Mons. Roncalli en cooperación con otros diplomáticos.
Realizó otra tarea secreta pero muy útil para salvar vidas de judíos. Desde Estambul hizo de hilo de comunicación entre el gran rabino de Palestina y la Santa Sede para encontrar cauces de huida para muchos judíos en peligro. Mons. Roncalli logró establecer con los cristianos orientales y con los judíos unos lazos de amistad que favorecieron el ecumenismo posterior y la mejor relación con Israel.
El 22 de diciembre de 1944 Pío XII lo nombra nuncio apostólico en París, uno de los destinos más complicados del momento por el ambiente nacionalista y la cooperación de algunos clérigos con el régimen de Vichy o los alemanes. El retorno en avión fue un rodeo de Estambul hasta Ankara, El Cairo, Bengasi, Nápoles y Roma. El 30 de diciembre llega a París y presenta sus credencias al general Charles De Gaulle, entonces presidente provisional de la República francesa. Los problemas heredados de la ocupación los fue resolviendo con paciencia amable, buen humor e ingenio y una exquisita cortesía que logró conquistar el aprecio de las autoridades y del pueblo francés. Esto le permitió una iniciativa muy complicada: el 18 de septiembre de 1945 visitó a los prisioneros de guerra alemanes que estaban en Chartres; allí había muchos seminaristas movilizados; con ayuda de la Santa Sede y varios sacerdotes venidos de Alemania lograron organizar cursos de estudio teológico y formación general.
Patriarca de Venecia
En otoño de 1952 el patriarca de Venecia, Mons. Carlos Agostini enferma gravemente. Pío XII le comunica que piensa en él para la sucesión. El 29 de noviembre lo nombra cardenal. El 28 de diciembre muere Mons. Agostini. Mons. Roncalli recibe el birrete cardenalicio el 15 de enero en París de manos del presidente Vicent Auriol. El mismo día Pío XII anuncia en el consistorio su promoción a la sede veneciana de San Marcos.
El cardenal Ángel José Roncalli hace la entrada solemne en su archidiócesis patriarcal el 15 de marzo de 1953. Tiene 72 años y es la primera vez que dirige pastoralmente una diócesis. Se enfrenta a la tarea con decisión: "En los pocos años que me quedan de vida, quiero ser un pastor en la plenitud del término". Libre de las formalidades del servicio diplomático, lleva una vida sencilla. Se detenía por las calles y hablaba con gentes de todo tipo. Usaba las góndolas para trasladarse. Visitaba las parroquias. Acudía a los hospitales y a la cárcel para tratar con todos. Atendía especialmente a los sacerdotes enfermos o ancianos, Realizaba visitas pastorales, consagraciones de sacerdotes y obispos, peregrinaciones, asistencias a congresos espirituales o teológicos…
El 1954 fue Año Mariano por el Centenario de la Inmaculada Concepción. El Patriarca preside en julio la peregrinación a Lourdes de las tres Venecias (Euganea, Giulia y Tridentina). Al final, realiza entre los días 16 y 28 un viaje por los santuario es España y visita Covadonga.
Al retornar, el 29 se detiene en San Miguel de Cuxá (Perpiñán) para venerar las reliquias de San Pedro de Orseolo, político veneciano que se había retirado en aquella abadía en el siglo X.
En 1956 tiene una notable intervención en el XV Congreso Eucarístico de Italia, celebrado el Lecce con el tema La Santa Eucaristía y la vida social. Entre el 9 y el 15 de mayo está en Portugal y preside en Fátima la celebración del XXV aniversario de la consagración de Portugal al Sagrado Corazón de Jesús. Llega hasta Lisboa donde se reúne con la colonia italiana y visita el Seminario.
Pontificado de Juan XXIII
El 9 de octubre de 1958 muere el Papa Pío XII. El Patriarca de Venecia sale hacia el Cónclave que se inicia el día 25. Al tercer día, el 28 por la tarde sale elegido nuevo Papa el cardenal Ángel José Roncalli que toma en nombre de Juan XIII. Tenía 76 años de edad. Escogió el nombre de Juan, seguramente por ser el nombre de su padre, el patrono de su pueblo natal y también por el apóstol evangelista.
La elección de una persona tan mayor y que no había salido en las listas de papables que circulan por Roma ante todos los cónclaves, sorprendió a todo el mundo. Se comentó que los cardenales, después del largo e intenso pontificado de Pío XII (tensiones con el nazismo y el comunismo, II Guerra mundial, Guerra de Corea, guerra fría) buscaban un “papa de transición” para digerir los dramas anteriores y prepararse a un tiempo nuevo. El mismo sentía que era un anciano, al afirmar: «No puedo mirar demasiado lejos en el tiempo».
Sin embargo, aquel anciano guardaba energías que produjeron cambios que nadie soñaba entonces, La sorpresa siguió cuando comenzó a comportarse de forma poco habitual en muchos papas anteriores. Dejó el envaramiento y las actitudes solemnes. Mostró una libertad espíritu inesperada: «No hay que preocuparse de sí mismo y de quedar bien”. La solución de los enormes problemas que se la habían presentado durante sus años de diplomático la había enseñado que el diálogo es la mejor forma de resolver un conflicto.
La humildad y el realismo de su infancia campesina, que habían aparecido en su trato con los venecianos, siguen ahora cuando ocupa la cátedra de Pedro. Como obispo de Roma visita personalmente las parroquias de la Urbe. Dos meses después, el día de Navidad, visita a los niños enfermos de los hospitales del Niño Jesús y del Espíritu Santo. El día siguiente, se presenta en la cárcel de Regina Coeli para hablar con los presos. Respecto al interior de la curia vaticana redujo algunos sueldos muy altos. También mejoró las condiciones laborales de los empleados laicos del Vaticano. El colegio cardenalicio amplía su horizonte y entran cardenales indios y africanos.
La decisión más transcendental de las tomadas por Juan XXIII fue la convocatorio del Concilio Vaticano II.
En el periodo de Pío XII se habló de convocar un concilio, pero la idea no prosperó. Quizá el ambiente social y el desarrollo teológico, bíblico y litúrgico de la Iglesia no estuvieran tan desarrollados como en la década de los 60 del siglo XX, cuando se celebró la asamblea conciliar. Desde la altura de sus años, desde su visión universal de la situación de la Iglesia y por gracia del Espíritu Santo que el 25 de enero de 1959 en el monasterio de San Pablo Extramuros de Roma movió su voluntad para convocar un Sínodo para la diócesis de Roma y un Concilio para la Iglesia universal.
Esta convocatoria a todos los obispos del mundo pretende responder a los signos de los tiempos, o sea a las necesidades del mundo y de la Iglesia. Esta adaptación a las nuevas realidades sociales y culturales fue agudamente definida por el Papa Roncalli con el término italiano aggiornamento o puesta al día. Esta palabra dicha en junio de 1959 fue esclarecida en el mensaje del 11 de septiembre de 1962, poco antes de la apertura del Concilio, como una respuesta adecuada de la Iglesia Católica a los nuevos desafíos apostólicos del mundo actual. Esto abarca dos dimensiones: hacia dentro, presentar a los hijos de la Iglesia la fe que ilumina y la gracia que santifica; hacia fuera, presentar ante el mundo el tesoro de la fe a través de sus enseñanzas. El 23 de septiembre se hace el primer anuncio de la enfermedad del Papa, que es un cáncer de estómago.
El 2 de diciembre de 1960 se reunió en el Vaticano con el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher. Era la primera vez en más de 400 años, desde la excomunión de Isabel I, que la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra se reunía con un papa.
El 25 de diciembre de 1961 promulga la Carta Apostólica Humanae salutis, convocando el Concilio Ecuménico Vaticano II para el año 1962. El 2 de febrero de 1962 anuncia que la inauguración del Concilio será el 11 de octubre de 1962. En este día con espléndidos ritos e inspirados discursos se inaugura el Concilio Vaticano II, cuya primera sesión se clausura el 8 de diciembre de 1962.
Ahora estalla la crisis de los misiles en Cuba, que puso al mundo al borde la III Guerra Mundial. La causa fue que Cuba, dirigida por Fidel Castro, se inclina hacia el bloque soviético. Llegan técnicos comunistas y se estacionan en la isla tropas soviéticas con misiles que pueden alcanzar a Estados Unidos. El 22 de octubre el bloqueo naval de EEUU a Cuba impide el paso de barcos soviéticos. Si se hunde un barco o se lanza un misil, la respuesta sería una guerra total. De momento los barcos rusos se detienen. El día 25 Juan XXIII hace un patético llamamiento a las dos partes. Al fin, hay un acuerdo el 28 de octubre entre la URSS y EEUU: ésta promete no invadir Cuba y aquella retira sus cohetes.
En 1963 su enfermedad avanza. El 10 de mayo recibe el premio internacional “Eugenio Balzán” para personas que han trabajado por la paz. El 17 de mayo celebra su última misa. El 3 de junio “muere serena y santamente” a las 19,49 horas. Tenía 81 años de edad. Pablo VI, su sucesor y amigo, declaró tras ser elegido nuevo pontífice que la herencia del papa Juan no podía quedar encerrada en su ataúd. Él se atrevió a cargarla sobre sus hombros y pudo comprobar que no era ligera.
Encíclicas:
1.- Ad Petri cathedram, primera encíclica del 29 de junio de 1959. Propone la institución de un Secretariado para la Promoción de la Unión de los Cristianos.
2.- Sacerdotii nostri primordia, en el centenario de la muerte del cura de Ars del 1 de agosto de 1959.
3.- Grata recordatio, sobre la devoción al Santo Rosario, del 20 de septiembre de 1959 .
4.- Princeps pastorum, del 28 de noviembre de 1959.
5.- Mater et Magistra, del 15 de mayo de 1961.
6.- Aeterna Dei Sapientia, del 11 de noviembre de 1961.
7. ¿Los Esfuerzos , 1 de julio de 1962. A
8.- Pacem in terris, del 11 de abril de 1963.
Proceso de canonización
Juan XXIII fue beatificado el 3 de septiembre del año 2000 por Juan Pablo II. Su fiesta se celebra el 11 de octubre.
El 5 de julio de 2013 el papa Francisco firmó el decreto que autoriza su canonización, que se llevará a cabo el 27 de abril de 2014, junto al Papa San Juan Pablo II.
Nota: Los datos de estas páginas están tomados en su mayor parte de las notas biográficas del Diario del Alma, editado por Cristiandad en 1964.
Alberto Torga fue el director espiritual durante los siete días que nos retiramos en Covadonga, hospedados en la Casa de Ejercicios. Fueron los mejores ejercicios espirituales de mi vida (es verdad que había hecho muy pocos y no volvería hacer más). Y lo fueron por varios motivos. En primer lugar, por la libertad de oración y acción que Alberto nos permitió. Por si acaso no le he dado las gracias, aprovecho este momento: ¡gracias Alberto! En segundo lugar, los paseos por los jardines del Santuario, El Repelao, Asiento de los canónigos… (si no recuerdo mal, algún día subimos hasta Orandi y la Cruz de Pe- layo) nos envolvieron en un ambiente natural y paisajístico incomparable. Hay que añadir que los recuerdos de las viven- cias de los dos primeros años de latinos, y del mes de verano, (que todos los cursos nos era sustraído-por no decir robado- de las merecidas vacaciones), nos valieron para que esos días, previos a la ordenación, fuesen únicos e irrepetibles. Cayo , más romántico y sensible, decidió celebrar su primera misa en la Cueva junto a la Santina. Así lo hizo unos días más tarde . De la ceremonia de mi ordenación recuerdo que se llevó a cabo en una capilla lateral de la catedral, y que mis familiares no pudieron verla, debido a la cantidad de gente que se apretujaba en un espacio tan estrecho. Recuerdo también que el obispo de Badajoz fue el oficiante de acto. En el mes de julio pasado, (siempre que me detengo en León, me acercó a contemplar la fachada y las formidables vidrie- ras de la catedral), visité el edificio del Seminario Mayor y trabé una agradable conversación con el portero. Este año, prometo repasar y repensar el recorrido realizado hace medio siglo. Manuel Suárez González Es la Santina Madre querida para todos los asturianos y con mimo la veneramos a pesar de su figura hierática; solo el Niño que sostiene nos transmite sentimental y teologicamente la acogida que nos brinda. Pero es mucho más tierna, maternal y humana aquella otra imagen de la Santina que admiramos sentada en su trono de la Basílica de Covadonga. Por muy regia estampa con que la piedad burguesa la cargó, manifiesta una belleza, humildad, dulzura y cariño que solo una mujer madre puede expresar. En esta mujer, María Virgen, “el Verbo de Dios se hizo carne”; ese Niño, tan tiernamente humano que enseña, bendice y salva desde su regazo, es la Palabra de Dios; que no es una ideología, sino una encarnación en la historia común huma- na. Es María, mujer unida a Jesús en el sufrimiento y gozo como todas las madres, “meditando en su corazón” las obscuridades que la inspiración y la vida le van presentando; “escucha y pone en práctica” lo que enseña su Hijo, por lo que es doble- mente Madre; acompaña a Jesús, “testigo fiel”, en los momentos de alegría y sobre todo de dolor, por eso “al pié de la cruz estaba su Madre”; vinculada a los seguidores del Maestro y Profeta de Nazaret, participa activamente en la primera Iglesia, en la comunidad o “casa” de Juan. Ella es el testimonio clamoroso y constante para todas las comunidades de que “Dios se hizo hombre y habitó entre noso- tros”. Ella, unida al Salvador, es signo de salvación y protección maternal para los creyentes; en las imágenes de la piedad es figura emblemática de una Iglesia siempre en contraste entre el martirio y la huida espiritualista. Es la mujer Madre del mismo Dios-Hijo humanado; la Madre de cada “yo” humano, en quien simbolizamos con su ternura la presencia y experiencia carnal de Dios-con nosotros. Contemplamos embelesados la figura de María, de la Santina, como descubriendo la presencia de Dios en la misma carne humana, en el “fruto bendito de tu vientre”, bella Mujer. Sentirse hijos de María es vivir “la carne de Dios” en plenitud; ser Cristo, engendrar a Dios en nuestra vida desde el nacer hasta el morir. Dios “habló” por María engendrando a su Hijo Jesucristo; no se expresa con teorías sino con la “carne” en el nacer mesiá- nico de Jesús. María, Madre carnal de Dios en su función concreta, histórica y personal, gozosa y martirial, de engendrar y acompañar al Cristo Jesús, continúa siendo Madre de la Iglesia, de cada uno, si nos “hacemos como niños”. Angel Solís A. 5.6 + 5.8 NUEVO A MODO DE HOMENAJE PÓSTUMO A SILVERIO BENJAMÍN CERRA SUÁREZ Pensando en ti y en tu partida tan inesperada, me viene a la memoria aquello que alguna vez comentamos: “Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra”. (El tiempo se escapa como las nubes, como las naves, como las sombras). Como las nubes (Job, 7,9); Como las naves (Job, 9,26); Como las sombras (Job, 14,2) ,junto con el “ Carpe Diem” (Aprovecha el momento), del poeta latino Horacio. Así considero yo tu aprovechamiento del tiempo ahora lo mismo que tu vida, a la que me atrevería a calificar de “Cura hasta la sepultura”. Parece que fue ayer cuando al llegar s Oviedo en el Ferrocarril del Vasco para el comienzo del Curso, te acompañaba a las Benedictinas a visitar a tu prima carnal Madre Amparo, la Abadesa, con algo de morriña por el internado del seminario y salíamos de allí animados y reconfortados por ella Habíamos ido a pedirle al Arzobispo, D. Segundo, las Órdenes para Marzo, en vez de Junio, al final del Curso. Él nos lo aceptó y ello propició que el 14 de Marzo se cumpliera el medio siglo de ejercicio vocacional, que para ti fue intensivo, a pleno empleo y sin ahorrarte oportunidad que se te presentara por delante el Seminario, la Escuela de Magisterio y la propia Diócesis en tan diversos servicios . Cincuenta años “como un ayer que pasó”. Y, dada tu gran capacidad intelectual, por el legado y plasmación en tus escritos podemos decir con propiedad, “ahí queda eso”. Por mi parte, querido Silverio, no puedo menos que agradecerte tantas atenciones para conmigo y tus desplazamientos a Turón, mi tierra en aquel verano famoso, para prepararme y facilitar la incorporación de un Curso que me llevó a ser vuestro compañero de Ordenación. Quiero hacerme eco de nuestros compañeros de promoción (Covadonga 52) que me encargaron, con todo cariño, este escrito y que te están tan agradecidos por tanto, por todo, sobre todo por tu cariño, amistad y compañía. Pero no podemos obviar que todo tiene una motivación, que está por encima de todo y que subyace a toda tu vida en dedicación plena sin reservarte nada. Se trata de tu amor apasionado a la Iglesia que con San Agustín tu conocías muy bien “como Santa y Prostituta”. Veo oportuno hacer algunas citas, antes de poner la suya de por sí muy reveladora: A la iglesia a la que he amado más que nada en este mundo, tan imperfecta como amorosamente (Ruiz de la Peña en su testamento espiritua). Más que hacer un testamento referente a mi persona, quisiera dar las gracias: gracias a Dios por todo lo que he recibido de la Iglesia, en la Iglesia y por medio de la Iglesia. Y quisiera invitar a todos a servir al evangelio y a la Iglesia con alegría, con absoluta sinceridad y franqueza. “Servir es reinar”. Y es fuente de perfecta alegría gastar la vida al servicio de la libertad que cura. Bernard Häaring. ¿Queréis saber por qué amo apasionadamente a la Iglesia? Por cuatro razones: -Porque salió del costado sangrante de Cristo. -Porque a través de ella me ha llegado el recuerdo y el Evangelio de Jesús – Por sus Santos que son como mojones del camino que hemos de caminar – La cuarta razón es porque la Iglesia es mi madre, ella me engendró en la fe, ella me alimenta con sus sacramentos. Y ¿sabéis? Mientras mi madre de la tierra vivía, yo no tuve tiempo de preguntarme si tenía defectos. Tenía que invertir todo el tiempo en quererla. Cito ahora textualmente a Silverio Cerra en el momento que capta su pensamiento y sentir como es el del recordatorio que se repartió en Valdecuna en su Primera Misa: “SEÑOR: Te doy las gracias por pertenecer a una época difícil y exigente que no tolera la mediocridad en tu servicio. Te doy las gracias por vivir en Asturias, donde la gravedad de los problemas nos exige la máxima tensión. Te doy las gracias por la Iglesia que es tu respuesta al mundo: -por el Papa que conoce y siente todas las necesidades de los hombres; -por el Concilio, por la esperanza que ha despertado, por la renovación que nos trae. Te doy las gracias por haber nacido en una familia pobre, obrera: en ella pude conocer la pobreza, ell trabajo, el sacrificio. Te doy las gracias por los que me han guiado, corregido y ayudado en todos los órdenes; por los que se preocupan por mí, los que me sostienen con sus oraciones, su consejo, su apoyo. Todos tienen parte en mi sacerdocio.” Trascribo unas palabras de su hermano Luis, mi amigo desde hace muchos años: “El Señor quiso que una fecha tan señalada como la del domingo, en que el párroco de Valdecuna, D. Manuel Roces, te tenía preparada una celebración para conmemorar tus Bodas de Oro sacerdotales, sin regatear esfuerzos de ningún tipo, hayas marchado al lugar donde no perturban las veleidades humanas para celebrarlas con otros muchos bienaventurados. Este acto, en la misa de una, iba a constituir una sorpresa para ti. Al final, la sorpresa fue para nosotros. Aquí hemos tenido la ocasión de corroborar lo mucho que te aprecian como persona, por tu trabajo incansable y por tu honradez intelectual” Confío ahora que esa Iglesia que él conoció como “auténtica respuesta al mundo” y que la Santina de Covadonga a la que amó apasionadamente, le hayan presentado ya en los brazos amorosos del Padre de la Misericordia. Fdo: Laurentino Gómez Montes, Sacerdote jubilado PUBLICACIONES DE SILVERIO CERRA Publicaciones: Dejo a un lado artículos de prensa, comentarios radiofónicos, incluso poesías que ponen de relieve su sensibilidad. Te envío un compendio de sus abundantes publicaciones, por orden cronológico: Civilización actual y Humanismo. Oviedo, 1969. Ideas antropológicas de Feijoo. Valencia, 1973. Studium Ovetense: varios artículos sobre Feijoo, San Isidoro de Sevilla, las reliquias de la Cámara Santa, romanización de Asturias, etc. en diversos números. San Melchor de Quirós. 1988, 1996, 2004, 2011. San Cosme y San Damián. Mártires de Cuna. Valdecuna, 1992. San Salvador de Valdediós. Emblema de un reinado, expresión de una cultura. 1993. Ensayos en siembra. Asturias, 1993. San Pelayo. La gracia y el valor de un niño. Oviedo, 1994. San Blas, Obispo y Mártir. Oviedo, 1994. La Semana Santa en Piantón. Marco y forma de una vivencia popular. Vegadeo, 1995. Fray Ceferino González, filósofo y cardenal. Madrid, 1996. La Virgen de las Angustias, Madre de Dios, Madre y Protectora de Villanueva. Ribadedeva, 1996. Sociología de la Educación. Asturias, 1998. Novena al Santísimo Cristo del Amparo de Nueva. Llanes, 1998. Fundamentos filosóficos y antropológicos de la educación. Asturias, 1998. Señor, escucha mi voz. Oracional. Asturias, 1998. Antropología. Desde la vida al Espíritu. Oviedo, 1998. Un milenio de Filosofía europea. Oviedo, 1999. Filosofía social. El hombre en comunidad. Asturias, 1999. Novena a Nuestra Señora la Blanca. Nueva-Llanes, 1999. Vida y novena de Santa Rita. Arriondas, 2005. Juan Pablo II, peregrino en Asturias. 2005 (En colaboración). Vida y novena de San Cosme y San Damián. Parres, 2006. Peregrinando a Covadonga.Oviedo, 2007. Claves de la Comunicación actual. Oviedo, 2007. ¿Qué es Covadonga? Biografía del Santuario más antiguo de España. Gijón, 2008. Otras caras del dolor. Oviedo, 2008. Vida y novena de San Antonio de Padua. Oviedo, 2011. Novena de Nuestra Señora de la Asunción. Vegadeo, 2011. ... ... ... ... ... ... ... ... ...Quedan pendientes las más recientes y últimas como los trabajos dedicados a los Seminaristas Mártires, a la Canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II y el libro que se regaló a los sacerdotes la Festividad de San Juan de Avila… Laurentino Gómez (En este mismo número de Covadongadigital.es tenemos su colaboración sobre la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II) | |
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MI PRIMERA MISA EN COVADONGA Por circunstancias especiales (terminado el 3º curso de Teología en Oviedo, fui a Salamanca para cursar dos años y conseguir la Licenciatura en Teología) no nos ordenamos en La Felguera el 14 de marzo de 1964, sino en el Congreso Eucarístico Nacional de León (junio de 1964). Me ordenó en concreto el Legado papal Monseñor Landázuri (de Lima). Antes, y como preparación para tan solemne ordenación, “saboreamos” M. S. y yo unos inolvidables Ejercicios Espirituales “dirigidos” y acompañados por D. Alberto Torga, quien al mismo tiempo predicó en la primera Misa en la Cueva. Decidí celebrarla allí por el profundo amor a la Santina. Habíamos estudiado los dos primeros años de latín en el Seminario Menor de Covadonga y allí disfrutamos siendo ya jóvenes muchos veranos (los famosos Cursos de Verano tan excelentes-quizá los primeros de cuantos después se han seguido en distintas Universidades-). Me acompañaron en ese momento importante familiares y amigos (la mayoría de mi pueblo de León) que quizá no se aprecien bien en la fotografía. Mi maestro de Ceremonias fue C.B. compañero y amigo en los once años de Covadonga y Oviedo y hasta hoy. Por supuesto estaban mi padre (mi madre había fallecido dos años antes) y mis dos hermanos (el otro estaba en Argentina, adonde yo pensaba ir con la OCSHA, aunque después cancelé ese compromiso). El hecho de celebrar la primera Eucaristía en la Cueva, en el Altar de la Santina, fue un premio extraordinario recordado siempre con mucho cariño. Las religiosas de la Casa de Ejercicios nos prepararon amablemente una muy buena comida. El domingo siguiente volví a celebrar ya otra misa en Vega de C.. mi pueblo de siempre, con todos sus habitantes que me acompañaron en el oficio religioso y después en el vino y pinchos en la plaza del pueblo. Pasados 5 años, y cumpliendo lo que dice el himno de nuestro curso (de F.V. y O. C.): “Y si algunos han trazado otras sendas en su vida, siempre será el Seminario muestro punto de partida”. La Licenciatura y el Doctorado en la Universidad de Oviedo me llevaron durante cuarenta años a las aulas (especialmente en la U. Laboral de Gijón). Pero no obstante siempre recuerdo y vivo lo que dice también nuestro himno: “Por más que el tiempo y la vida su ley al final impongan, nos quedará la Santina, nos quedará Covadonga”. C. González |
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MI PRIMERA MISA EN COVADONGA C. González Por circunstancias especiales (terminado el 3º curso de Teología en Oviedo, fui a Salamanca para cursar dos años y conseguir la Licenciatura en Teología) no nos ordenamos en La Felguera el 14 de marzo de 1964, sino en el Congreso Eucarístico Nacional de León (9 de julio de 1964). Me ordenó en concreto el Legado papal Monseñor Landázuri (Cardenal de Lima). Antes, y como preparación para tan solemne ordenación, “saboreamos” M. S. y yo unos inolvidables Ejercicios Espirituales “dirigidos” y acompañados por D. Alberto Torga, quien al mismo tiempo predicó en la primera Misa en la Cueva. Decidí celebrarla allí por el profundo amor a la Santina. Habíamos estudiado los dos primeros años de latín en el Seminario Menor de Covadonga y allí disfrutamos siendo ya jóvenes muchos veranos (los famosos Cursos de Verano tan excelentes-quizá los primeros de cuantos después se han seguido en distintas Universidades-). Me acompañaron en ese momento importante familiares y amigos (la mayoría de mi pueblo de León) que quizá no se aprecien bien en la fotografía. Mi maestro de Ceremonias fue C.B. compañero y amigo en los once años de Covadonga y Oviedo y hasta hoy. Por supuesto estaban mi padre (mi madre había fallecido dos años antes) y mis dos hermanos (el otro estaba en Argentina, adonde yo pensaba ir con la OCSHA, aunque después cancelé ese compromiso). El hecho de celebrar la primera Eucaristía en la Cueva, en el Altar de la Santina, fue un premio extraordinario recordado siempre con mucho cariño. Las religiosas de la Casa de Ejercicios nos prepararon amablemente una muy buena comida. El domingo siguiente volví a celebrar ya otra misa en Vega de C.. mi pueblo de siempre, con todos sus habitantes que me acompañaron en el oficio religioso y después en el vino y pinchos en la plaza del pueblo. Pasados 5 años, y cumpliendo lo que dice el himno de nuestro curso (de F.V. y O. C.): “Y si algunos han trazado otras sendas en su vida, siempre será el Seminario muestro punto de partida”. La Licenciatura y el Doctorado en la Universidad de Oviedo me llevaron durante cuarenta años a las aulas (especialmente en la U. Laboral de Gijón). Pero no obstante siempre recuerdo y vivo lo que dice también nuestro himno: “Por más que el tiempo y la vida su ley al final impongan, nos quedará la Santina, nos quedará Covadonga”. C. González 5.7 EL SILENCIO MUSICAL DE LAS ASAMBLEAS LITÚRGICAS Fernando Menéndez Viejo Son ya bastantes los años transcurridos y muchas las celebraciones litúrgicas observadas como para que tenga desde hace tiempo las alarmas encendidas. Me estoy refiriendo a la triste situación que se da en muchas de las misas dominicales de nuestra Asturias donde el pueblo fiel que asiste a las mismas apenas interviene con sus cantos a lo largo de la celebración. No es debido el caso a la ausencia de actividad musical en los lugares de culto, no, muy al contrario, hay casi hasta abundancia de medios (coro parroquial, director, organista, etc.). Lo que sucede es que, en muchos casos, esa superestructura musical se reserva para sí la intervención sin que el pueblo o asamblea de fieles entre en juego. O sea, que la forma de oración de este pueblo queda reducida al 50% por aquello que decía S. Agustín, “el que canta reza doblemente”. Sería injusto generalizar esta situación. Existen comunidades parroquiales con una magnífica y bien cultivada feligresía que despliega un estupendo nivel de participación en sus asambleas dominicales con sus oportunos cantos. Aunque ello, a decir verdad, no sea lo que más abunde. Pero lo que a mi más me sorprende de esta situación es que centros y lugares emblemáticos en nuestra Diócesis que debieran ser modelo o pauta a seguir, como son las Basílicas -tres nada menos en esta diócesis- y otros templos importantes de las principales ciudades de nuestra región, dispongan de aceptable dotación en cuanto a medios musicales pero, insisto, con las feligresías silenciosas o medio mudas para el canto. Digo “medio mudas” porque, si un buen día el coro parroquial entona un canto más o menos popular o conocido, se puede percibir un tímido canturreo entre los fieles pero que no acaba de explicitarse ni de tomar un cuerpo sonoro audible y claro. Situación tan generalizada es síntoma, sin duda, de serias e importantes deficiencias. Entre las primeras y más graves estaría la generalización de este mal hábito y, para colmo, que ello se tome como la cosa más normal, tanto entre los fieles como entre sus responsables religiosos. Está luego el papel de exclusivismo musical que juega el grupo de cantores parroquiales como si su misión consistiera sólo en servir de ornato a los ritos sagrados o de entretenimiento para los asistentes a los mismos. (Habría que puntualizar, a este propósito, que, en varias ocasiones y en determinados sitios, la elección de los cantos de la misa por parte del coro y sus interpretaciones musicales, sólo aprueban por los pelos, cuando no sacan auténtica mala nota). Este estado de cosas, desvela que no se practica la preparación y la coordinación de trabajo previo al momento de cada celebración entre los distintos responsables de la acción litúrgica, como son celebrante, director del coro, tañedores y animador de asamblea. Infraestructura esta que muy debiera de constituir elequipo litúrgico permanente que estableciera las bases de funcionamiento y tomase las decisiones al respecto en cualquier parroquia o centro de culto. Y es precisamente acerca del animador de asamblea sobre el que me gustaría apuntar que se trata de una figura clave para llegar a subsanar las deficiencias que estoy apuntando sobre el silencio de los fieles en las asambleas litúrgicas. La Ordenación General del Misal Romano, de 1970, en su punto 64 dice a este propósito: “Es conveniente que haya un cantor o un director de coro que se encargue de dirigir y mantener el canto del pueblo. Más aún, cuando falte el coro, corresponderá a un cantor dirigir los diversos cantos, participando el pueblo en aquello que lo corresponde”. Es indudable que un animador de asamblea litúrgica ha de ser alguien con una especial preparación para tal cometido. Aparte de ser buen cantor (o cantora), tendría que saber música, controlar bien la gesticulación manual para ayudar a la asamblea en el canto, estar al día en lo referente a ediciones de cancioneros religiosos disponibles y saber elegir adecuadamente los cantos propios de cada domingo. Tanto mejor que el animador fuera miembro activo de la comunidad en la que ejerciera el servicio. Bien, pues este ministerio clave en la liturgia, claramente definido y recomendado por los distintos organismos eclesiásticos competentes a partir de la Constitución sobre Liturgia del Concilio Vaticano II, es una figura casi prácticamente ausente en los lugares de culto de la Asturias actual. Aunque, revisando el “Plan Pastoral Diocesano 2013-1018” -subtitulado “La ciudad se llenó de alegría” (Hech 8,8)- se pueden encontrar algunos planteamientos relacionados con el tema que aquí se aborda aunque con cierta timidez y falta de desarrollo. Por ejemplo, en la Comisión “TRANSMISIÓN DE LA FE”, se presenta un Objetivo Específico 2, de redacción, a mi modo de ver, poco clara: “Testimoniar con alegría la vocación evangelizadora de trasmitir la fe recibida, en comisión de misión: sacerdotes, religiosos y laicos, mediante la formación, celebración y testimonio de todos los agentes de la pastoral”. Y, entre las propuestas, está la del nº 5 que recomienda “Revitalizar y fortalecer el domingo”. Dentro de las líneas específicas de acción se incluye una para la liturgia pero que se limita a el aspecto estético: “Revitalizar el domingo como “Día del Señor” y de encuentro celebrativo y fraterno de la comunidad cristiana, cuidando y promoviendo la belleza de la liturgia. Tener en cuenta los cambios sociológicos que han tenido lugar en los últimos tiempos para lograr que las celebraciones dominicales sean una ocasión de encuentro con Dios y con los hermanos.” En ningún sitio se alude expresamente al canto litúrgico como medio pedagógico excelente y eficaz para la formación cristiana y la participación plena y activa del pueblo de Dios. Y como acciones pastorales concretas de esta propuesta nº 5, ya parece que se intenta dar unos pasos más concretos pero pendientes aún de adquirir formato y concreción: “Constituir una Escuela diocesana de liturgia que forme agentes de la pastoral de la celebración y lectores de la Palabra”. “Confeccionar un cantoral diocesano de acuerdo con las necesidades litúrgicas y pastorales” Los agentes de estas acciones serán: CEDISET. Delegación de Liturgia. Delegación de Pastoral Juvenil. Equipos de liturgia arciprestales, parroquiales y de las UPAP. Comisión de sacerdotes para la economía diocesana y Comisión de obras. La propuesta nº 17 de Comisión titulada TRANSMISIÓN DE LA FE se titula “Medios formación animadores cristianos y catequistas” y entre los agentes de esta propuesta figura una “Escuela diocesana de Animadores y Tiempo Libre”. Pero no parece que incluyan en dicha escuela a los animadores litúrgicos a los que he aludido más arriba. A través de las anteriores citas textuales, se ve que el documento diocesano, al aludir a la Liturgia, se desenvuelve en términos un tanto genéricos y sin llegar a plantear aspectos más concretos de la pastoral litúrgica. Me viene a la memoria, a este propósito, la expresión del escritor y compositor católico francés del pasado siglo, Michel Scouarnec, “Dime lo que cantas y te diré qué crees”. Pienso que quizá un buen complemento al citado Plan Diocesano de Pastoral sería la inclusión de algún capítulo o de un documento adjunto que encerrase orientaciones claras y propuestas atractivas acerca del canto en la liturgia si se quiere de verdad llevar a término lo que el Concilio Vaticano II quiso lograr con su instrucción sobre la Liturgia: que el pueblo pasase de espectador a colaborador activo en las funciones litúrgicas. Objetivo, por otra parte, perfectamente logrado por parte de muchas comunidades de creyentes en el mundo católico que han tomado en serio y se han propuesto seguir las orientaciones de los directorios litúrgico-pastorales sobre el Canto y la Música surgidos a partir de la Constitución “Sacrosantum Concilium” (1963) del Vaticano II y cuyo documento central es la Instrucción “Musicam Sacram” de la Sagrada Congregación de Ritos publicada el 5 de marzo de1967. Sería de agradecer por parte de nuestro arzobispado, en este sentido, un “manos a la obra” urgente, claro y decidido. Fernando Menéndez Viejo. Músico y compositor MI PRIMERA MISA EN COVADONGA Por circunstancias especiales (terminado el 3º curso de Teología en Oviedo, fui a Salamanca para cursar dos años y conseguir la Licenciatura en Teología) no nos ordenamos en La Felguera el 14 de marzo de 1964, sino en el Congreso Eucarístico Nacional de León (junio de 1964). Me ordenó en concreto el Legado papal Monseñor Landázuri (de Lima). Antes, y como preparación para tan solemne ordenación, “saboreamos” M. S. y yo unos inolvidables Ejercicios Espirituales “dirigidos” y acompañados por D. Alberto Torga, quien al mismo tiempo predicó en la primera Misa en la Cueva. Decidí celebrarla allí por el profundo amor a la Santina. Habíamos estudiado los dos primeros años de latín en el Seminario Menor de Covadonga y allí disfrutamos siendo ya jóvenes muchos veranos (los famosos Cursos de Verano tan excelentes-quizá los primeros de cuantos después se han seguido en distintas Universidades-). Me acompañaron en ese momento importante familiares y amigos (la mayoría de mi pueblo de León) que quizá no se aprecien bien en la fotografía. Mi maestro de Ceremonias fue C.B. compañero y amigo en los once años de Covadonga y Oviedo y hasta hoy. Por supuesto estaban mi padre (mi madre había fallecido dos años antes) y mis dos hermanos (el otro estaba en Argentina, adonde yo pensaba ir con la OCSHA, aunque después cancelé ese compromiso). El hecho de celebrar la primera Eucaristía en la Cueva, en el Altar de la Santina, fue un premio extraordinario recordado siempre con mucho cariño. Las religiosas de la Casa de Ejercicios nos prepararon amablemente una muy buena comida. El domingo siguiente volví a celebrar ya otra misa en Vega de C.. mi pueblo de siempre, con todos sus habitantes que me acompañaron en el oficio religioso y después en el vino y pinchos en la plaza del pueblo. Pasados 5 años, y cumpliendo lo que dice el himno de nuestro curso (de F.V. y O. C.): “Y si algunos han trazado otras sendas en su vida, siempre será el Seminario muestro punto de partida”. La Licenciatura y el Doctorado en la Universidad de Oviedo me llevaron durante cuarenta años a las aulas (especialmente en la U. Laboral de Gijón). Pero no obstante siempre recuerdo y vivo lo que dice también nuestro himno: “Por más que el tiempo y la vida su ley al final impongan, nos quedará la Santina, nos quedará Covadonga”. C. González |  |
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